domingo, 22 de junio de 2008

Decidir

Hay ocasiones en la vida, que no te consuela saber que estas actuando bien, no te sirve para mejorar tu estado de ánimo, ni te sirve para mejorar el de los demás, en esas situaciones, es cuando te gustaría tener una varita mágica, y con un pase de la misma, solucionar todos los problemas, sinceramente lo siento, esa sensación de agobio, nos la da nuestra capacidad de tomar decisiones. Tomarlas de una forma rápida y sin sensación de culpas, y eso lo relacionábamos con nuestra capacidad de saber lo que queremos, y tenerlo a la mano para guiar nuestras decisiones.
Parece tan obvio eso de saber lo que queremos y claramente no lo es. Tomar decisiones implica usualmente perder la opción que no se toma, y claramente una vez tomada la decisión, lo que perdimos es sólo una especulación, sólo en ocasiones una certeza, y, aferrarse a ella nos causa daño. Tomar decisiones nos va ayudando a construir el tipo de mundo en el cual aspiramos a vivir, y ello no es trivial. Hoy en día en educación está muy en boga, lo de Aprender a aprender, y por que no aprender a decidir, eso es lo que se basa la vida en una continua toma de decisiones.
Aprender a tomar decisiones, conciente del tipo de mundo en que queremos participar, sin quedarse pegado en las decisiones que no tomamos parece fundamental y nos ayuda a elegir sin agobio frente a las múltiples opciones que se nos presentan cada día. Un error clásico proviene de nuestra concepción de la toma de decisiones ligada a la información, el supuesto es que a mayor información, mejor la decisión.

1 comentario:

hombre vital dijo...

Tomar decisiones es un proceso sumamente complejo. Existen componentes cognitivos, a los que te refieres en tu análisis, vinculados a la informació, pero, los más intensos, en términos de implicación vital, son los emocionales y los culturales-sociales. Los emocionales porque se vinculan a la significación que nos conferimos a nosotros mismos (autoestima) y a la significación que los demás nos confieren a nosotros (heteroestima). Lo determinante aquí es la relación existente entre ambos: a mayor autoestima, menor necesidad de contar con la aprobación de los demás. A menor autoestima, por lo tanto, mayor necesidad de contar con la aprobación de los demás. En el equilibrio o desequilibrio existente en esta imbricación está la clave a la hora de concluir si decidimos nosotros u otros deciden por nosotros. Finalmente, lo social-cultural generalmente responde a los paradigmas de las denominadas clases "amantes de los límites". A este estracto pertenece básicamente la estructura confesional (diferente de la opición individual por lo espiritual o transcendente), estructura, por cierto, que construyó el concepto de culpa como pecado y de la sanción, por lo tanto, como expiación. Sobre el tema de la culpa hablaremos otro día, pues hoy, como es fácilmente perceptible, me extendido demasiado.